martes, 18 de diciembre de 2007

HIPATIA

Alejandría en el siglo IV En el siglo IV Egipto era una provincia romana y continuaría siéndolo hasta la llegada de los árabes en el siglo VII. En el año 312, el emperador Constantino se había convertido al cristianismo. Al año siguiente, en el 313, fue firmado el Edicto de Milán por el cual se estableció la paz religiosa y la libertad de cultos. En el año 330, Constantino traslada la capital del imperio a Bizancio, que pasaría a llamarse Constantinopla. En los últimos años del siglo IV Roma se divide en dos partes: el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente. Egipto es incorporado al Imperio de Oriente y en estos años vive el ocaso de su Historia Antigua. El cristianismo también había llegado a Egipto. En la época que nos ocupa se suceden grandes controversias y disputas entre las distintas facciones de cristianos. Algunos autores reseñan cómo las peleas llegan a hacerse callejeras. La Iglesia cristiana defendía en estos momentos su independencia respecto al poder imperial y los emperadores del siglo IV se consideraban autócratas y muy por encima de la ley. En Alejandría vive y predica el obispo Teófilo (385-412), enemigo de Juan Crisóstomo que predicaba en la Iglesia de Antioquía (actualmente en Turquía). La rivalidad entre Alejandría y Constantinopla también era algo a tener en cuenta, ya que afectó grandemente a las iglesias del resto de la cristiandad. Finalmente la iglesia egipcia se separó de la iglesia de Oriente. Fue entonces cuando apareció la lengua copta, una mezcla entre el egipcio demótico y la influencia del griego.

En estas circunstancias históricas vino al mundo Hipatia de Alejandría, en un momento en que el estudio y la importancia de las ciencias y del saber estaba casi olvidado, y no sólo eso, sino perseguido por personajes como el obispo Teófilo y el obispo Cirilo. [1]


Filosofía En la llamada escuela de Alejandría, el neoplatonismo tiene sus últimos representantes en el círculo que Olimpiodoro fundó en Alejandría en el siglo IV, y que continúa con varios autores de no mucho relieve, entre otros: la filósofa Hipatia, Hierocles, Filipón (ca. 490-530) —comentador de Aristóteles convertido luego al cristianismo— y por último, ya en el siglo VII, otro comentador de Aristóteles, Esteban de Alejandría.


Una mujer en la ciencia Hipatia nació en Alejandría a mediados del siglo IV, algunas referencias dicen que en el 370 y otras en el 355. Su padre Teón de Alejandría era un célebre matemático y astrónomo, muy querido y apreciado por sus contemporáneos, que seguramente trabajaba y daba clases en la Biblioteca del Serapeo, sucesora de la legendaria Gran Biblioteca que desapareció en el incendio del año 48 adC. Teón fue un sabio que no se contentó con guardar los conocimientos de la ciencia para sí y sus discípulos sino que hizo partícipe de ellos a su propia hija, algo verdaderamente insólito en el siglo IV. Hipatia por su parte era una mujer abierta a todo el saber que su padre quisiera volcar sobre ella y así fue cómo se educó en un ambiente académico y culto. En efecto, Teón le transmitió su conocimiento sobre las matemáticas y la astronomía además de la pasión por la búsqueda de lo desconocido. Los historiadores han llegado a asegurar que incluso superó al padre, y que muchos de los escritos conservados que se suponen de Teón son en realidad de la hija.

Aprendió también sobre la historia de las diferentes religiones que se conocían en aquel entonces, sobre oratoria, sobre el pensamiento de los filósofos y sobre los principios de la enseñanza. Viajó a Atenas y a Roma siempre con el mismo afán de aprender y de enseñar. La casa de Hipatia se convirtió en un lugar de enseñanza donde acudían estudiantes de todas partes del mundo conocido, atraídos por su fama. Uno de sus alumnos fue Sinesio de Cirene, obispo de Ptolemaida (en Fenicia), rico y con mucho poder. Este personaje dejó escrita mucha información sobre Hipatia, su maestra. Por medio de él pueden llegar a conocerse los libros que ella escribió para la enseñanza, aunque ninguno ha llegado a nuestros días. Otro alumno llamado Hesiquio el Hebreo escribió unas obras que se conservan, en las que también hace una descripción sobre las actividades de Hipatia y asegura que los magistrados acudían a ella para consultarle sobre asuntos de la administración. Dice también que fue una persona muy influyente en el aspecto político. También se interesaba por la mecánica y ponía en práctica la tecnología. Se sabe que inventó un aparato para destilar el agua, un hidrómetro graduado para medir la densidad de los líquidos y un artefacto para medir el nivel del agua.

Pero Hipatia era pagana y le tocó vivir en tiempos duros para el paganismo. Su situación llegó a ser muy peligrosa en aquella ciudad que se iba haciendo cada vez más cristiana. Los filósofos neoplatónicos como Hipatia pronto se vieron perseguidos. Algunos se convirtieron al cristianismo, pero Hipatia no consintió en ello a pesar del miedo y de los consejos de su amigos como el caso de Orestes, prefecto romano y alumno suyo, que no consiguió nada a pesar de sus ruegos. Hipatia resultó ser para sus enemigos, no una mujer científica sino una bruja peligrosa.


Muerte de Hipatia En el año 412 el obispo Cirilo de Alejandría fue nombrado (para sustituir a su tío Teófilo), patriarca, un título de dignidad eclesiástica que sólo se usaba en Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, que equivalía casi al del papa de Roma. Cirilo (elevado siglos más tarde a los altares) era un católico que no consentía ninguna clase de paganismo ni de herejía y que luchó toda su vida defendiendo la ortodoxia de la Iglesia católica y combatiendo el nestorianismo. Los historiadores creen que Cirilo fue el principal responsable de la muerte de Hipatia, aunque no exista documentación directa que lo acredite.

Se dice que Cirilo era enemigo de esta mujer, a la que temía y admiraba a la vez. Pero siguiendo la tónica general de la época, no le era posible comprender ni tampoco consentir que una mujer se dedicase a la ciencia y menos aún a esa clase de ciencia que difícilmente podían comprender las personas que no eran eruditas en el tema. Por lo tanto creó un clima y un ambiente de odio y fanatismo hacia ella, tachándola de hechicera y bruja pagana. En el mes de marzo del año 415, Hipatia fue asesinada de la manera más cruel por un grupo de monjes de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén (no hay que confundir a los dos Cirilos: el de Jerusalén había muerto en el año 387). Los hechos están recogidos por un obispo de Egipto del siglo VII llamado Juan de Nikio. En sus escritos justifica la masacre que se hizo en aquel año contra los judíos de Alejandría y también la muerte de Hipatia. Cuenta cómo un grupo de cristianos impetuosos y violentos, seguidores de un lector llamado Pedro fueron en su busca, la golpearon, la desnudaron y la arrastraron por toda la ciudad hasta llegar a un templo llamado Cesareo; allí continuaron con la tortura cortando su piel y su cuerpo con caracolas afiladas, hasta que murió; a continuación descuartizaron su cuerpo y lo llevaron a un lugar llamado Cinaron y allí finalmente lo quemaron. De esta manera creyeron dar muerte a lo que ellos llamaban idolatría y herejía.

Orestes, el prefecto romano amigo y alumno de Hipatia informó de los hechos y pidió a Roma una investigación. Pero por «falta de testigos», se fue retrasando, hasta que llegó un momento en que el propio Cirilo aseguró que Hipatia estaba viva y que habitaba en la ciudad de Atenas. Orestes tuvo que huir de Alejandría y abandonar su cargo. Con la muerte de Hipatia se terminó también la enseñanza del pensamiento de Platón no sólo en Alejandría sino en el resto del Imperio. El interés por las ciencias fue debilitándose y la Historia entró en el oscurantismo. Pudo sobrevivir en Bizancio y poco después empezó de nuevo a florecer en el mundo árabe musulmán.


Bibliografía Dzielska, María (2004 (2ª edición 2006)), Hipatia de Alejandría, Madrid: Ediciones Siruela. ISBN 9788478447497.
Escolar Sobrino, Hipólito (2001 (3ª edición 2003)), La biblioteca de Alejandría, Madrid: Editorial Gredos. ISBN 9788424922948.
Russell, Dora (2005), Hipatia. Mujer y conocimiento, traducción Eduardo Viñuela. Oviedo: Krk Ediciones. ISBN 9788496476448.
Sinesio de Cirene (1993), Himnos. Tratados, Introducción, traducción y notas de F. A. García Romero. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 9788424916275.
– (1995), Cartas, Intr., trad. y notas de F. A. García Romero. Rev.: C. Serrano Aybar. Madrid: Editorial Gredos

No hay comentarios: